El proceso de fortalecimiento del Estado en El Salvador
Los estados modernos han
representado un poder centralizado, cuya manifestación se ha visualizado en un
conjunto de instituciones independientes de la sociedad, por las que se
construye una dominación sobre la misma sociedad. Dicha dominación ha sido de
diversa índole: judicial, económica, política, militar e ideológica. Quizá la
forma más conocida del Estado ha sido el Gobierno, o los denominados tres
poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Desde la Constitución de 1824,
las autoridades del país establecieron esa división de poderes centrales (con
uno más, el Representativo). Por supuesto, la lenta construcción de un poder
centralizado no fue posible por sí mismo, sino gracias a la cooperación de
diversas corporaciones (milicias, cuerpos de seguridad, municipalidades) y a
una incipiente burocracia que apenas se formaba en los centros urbanos o
rurales (gobernadores, jueces, letrados).
La formación del Estado
salvadoreño fue, como dijimos, un proceso lento y no exento de dificultades o
complicaciones. El Estado salvadoreño adquirió aún más fortaleza y estabilidad
a partir de 1880 aproximadamente, a pesar de las injerencias políticas de los
gobernantes guatemaltecos. Fue entonces cuando el aparato estatal empezó a
tener una presencia efectiva en el territorio nacional o al menos en la región
de mayor crecimiento económico: la región cafetalera de Occidente. Por ejemplo,
las nuevas leyes de la década de 1880 otorgaron al Estado la responsabilidad de
hacer cumplir las nuevas normas legales que sentaron las bases para la economía
agraria moderna. Estas incluyeron la privatización de las tierras comunales y
garantías del cumplimiento de los contratos, especialmente aquellos entre
peones y hacendados.
Sin embargo, una de las
características fundamentales del Estado moderno fue su a confesionalidad, es
decir, la separación de sus funciones de la esfera religiosa. A este proceso se
le conoce como separación Iglesia-Estado.
De ahí que una de las
corporaciones decisivas en la formación del Estado salvadoreño fue la Iglesia
Católica. Su papel fue ambiguo. Por una parte, fue una aliada ideológica del
Estado, pues defendió y legitimó el poder político desde argumentos religiosos.
Pero, por otra parte, su dominio en ciertos ámbitos, como la enseñanza
primaria, la educación universitaria, la administración de cementerios, el
matrimonio religioso o la censura eclesiástica, se convirtió en obstáculo para
la construcción de un poder civil. No en vano hacia 1870, inició el pro-ceso
por el cual muchas de estas atribuciones de la Iglesia comenzaron a ser
recortadas. Por ejemplo, se dictaron leyes que reglamentaron una enseñanza
laica o secular en las escuelas; la administración de los cementerios pasó de
manos de los párrocos a las municipalidades y en las constituciones se incorporaron
artículos que minaron el monopolio psicológico que ejercía el catolicismo como,
por ejemplo, cuando se declaró la libertad de culto.
Con todo ello, las autoridades
civiles mostraron que no era posible obedecer a dos señores: al papado y al
Estado.
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